El 20 de Junio de 1820, asistido por su hermano sacerdote, entregaba su alma a Dios, Don Manuel José Joaquín del Corazón de Jesús Belgrano. Había jurado defender el dogma de la Inmaculada Concepción de la Virgen María, por eso, cuando tuvo que elegir los colores para nuestra bandera, no encontró mejores que los del manto de la Inmaculada de Luján: azul y blanco. La vida de Belgrano fue un servicio permanente a Dios y a Patria. Que la Virgen Santísima haga flamear su manto amoroso en todo nuestro bello territorio, pero sobre todo en el corazón de cada argentino.
“Amar la patria es el amor primero y es el postrero amor después de Dios; y si es crucificado y verdadero, ya son un solo amor, ya no son dos”.